"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Los Deberes

Recuerdo –mi madre me ayuda a recordar- mis primeros años en el Colegio de la Sagrada Familia de Urgél en la calle Marqués de Nervión de mi barrio sevillano. En aquellos años el material escolar era escueto: una Enciclopedia Álvarez y unos cuadernos de caligrafía con dos líneas horizontales y paralelas para poner las letras y hacer las planas dentro de sus renglones y otros con páginas cuadriculadas para encuadrar los números del uno al diez sin olvidarnos de ninguno y los signos de las cuatro reglas con los que hacer las cuentas. Entonces los niños llevábamos y traíamos libro, libretas, plumier, lápices, sacapuntas y goma de borrar dentro de una cartera de cuero con sus hebillas para cerrar y sus asas de mano; cartera que nunca debimos tirar y que yo no se lo que daría por volverla a recuperar.

Estos primeros deberes de párvulos no me causaron ningún trauma apreciable  ni tampoco me robaron un ápice de tiempo de disfrutar de mi requete-feliz vida familiar, de hecho recuerdo que era perfectamente capaz de estar haciendo los deberes y a la vez contarle a a mi madre o a mi tata lo bien que lo había pasado en el recreo jugando a los combois con mi hermano Josemaría -un año menor que yo- mientras mis hermanas gemelas Concha y Lourdes, -un año mayores que yo- bailaban el twist con un aro en la cintura y la coqueta Pilar se reía sin parar y bailoteaba con esa gracia natural que Dios le ha dado a mi hermana pequeña.

Pienso que esos deberes escolares fueron quizá la primera responsabilidad que nos impusieron en nuestra recién estrenada vida colegial. Mañana tenéis que traer este copiado, o completar estos números o hacer estas cuentas, ordenaba la monja  (Madre Lucía o Madre Presentación) y nos la marcaba en el libro o cuaderno con una cruz. Y adquiríamos la responsabilidad de hacer caso a nuestro educadora y profesora. El “deber” de obedecer. Empezábamos a ser responsables.

Con ocho años me cambiaron mis padres a Portaceli, un Colegio de curas concertado y muy exigente en la educación donde la mayoría de los profesores eran seglares. Los deberes fueron aumentando en cantidad y dificultad, pero no me impidieron llevar una vida psicológicamente sana y sin complejos durante mi adolescencia y juventud. Creo que no se puede haber sido mas feliz.

Es verdad que con el paso de los cursos hacer los deberes precisaban algo mas de concentración y un ambiente menos festivo (cosa difícil a veces en mi caso particular en una casa de ocho hermanos) por lo que mi madre con buen criterio dispuso un buró en el dormitorio compartido con Josemaría para que hiciéramos los deberes con la tranquilidad adecuada. Era un buró de madera marrón que mi padre había usado para guardar herramientas y recargar cartuchos. Tenía una tapa que se desplegaba sirviendo de mesa y que dejaba al descubierto cajones llenos de lápices, plumillas y reglas, algunos cajoncillos todavía al abrirlos guardaban el olor de cartuchos, fulminantes, pólvora, pegamentos y material de soldadura. Ambientado con esos aromas hogareños hacía yo mis deberes diarios después de llegar del colegio y merendar tranquilamente, mientras la vida domestica transcurría plácidamente sin que mis padres se traumatizaran por no tenerme encima dando la lata o jugando al futbol en el pasillo.

Ni la Gramática, con sus antipáticas oraciones llenas de complementos directos o indirectos (que nunca supe distinguir correctamente) ni la Aritmética, que se iba complicando cada vez más con ecuaciones misteriosas, no me dejaron trauma alguno en mis cortas entendederas ni me impidieron jugar al futbol cada día de mi vida durante muchos muchos años.

Tampoco me afectaba tener que rellenar un mapa de España situando los ríos principales y las cordilleras en sus regiones correspondientes o poner nombres a los mares que nos han rodeado desde que el mundo es mundo. Era capaz de hacerlo y después cenar con mis padres y hermanos como si nada, fíjense ustedes.

Tampoco me causaba gran desazón los problemas de Matemáticas con los decimales y las cuentas con fracciones, hasta conseguí saber usar el libro-tabla de los logaritmos neperianos, lo cual todavía hoy día me sigue llenando de asombro.

Las Ciencias Naturales son fascinantes, estudiábamos los planetas, los fenómenos meteorológicos, la formación de los continentes y de las montañas,  los animales, los mamíferos,  los peces, los anfibios, etcétera; leer una lección de Ciencias era disfrutar de la aventura de la vida para cualquier chaval con imaginación. Las Ciencias siempre fueron compatibles con leer en la cama los libros de Tintin y luego soñar con aventuras en globos y eso, pero comprendiéndolo.

Mas tarde disfruté con los deberes de Química, con la Tabla Periódica y las fórmulas de las uniones entre elementos, de los ácidos y las bases que daban sal más agua (el buró termino convertido en un laboratorio de Alquimia) y no daba crédito a las maravillosas reacciones que imaginaba ocurrían constantemente a nuestro alrededor. Estos deberes si debo confesar que afectaron a mi relación con mi madre cuando  quemé los visillos de mi cuarto ensayando la fórmula de la pólvora.

Los deberes de Física me costaba mas trabajo comprenderlos en los libros pero recuerdo fascinado los experimentos fabulosos que realizábamos en el laboratorio del cole y que desvelaban los arcanos ocultos mágicos de la materia y la energía. Hacer problemas de Física en casa podía resultar exasperante o aburrido, pero no conozco a nadie de mi curso que necesitara apoyo psicológico por eso.

Nunca me gustó estudiar Historia y confieso que estoy totalmente pegado en esa asignatura y mentiría si no confesara que me aburría soberanamente con los avatares de los Reyes Godos y todo lo que vino después con los tejemanejes reales. La historia de cómo aprobé la Historia de cuarto de Bachillerato es un mal ejemplo y no pienso contarla.

Hacer los deberes –repito- era la única responsabilidad que teníamos no impuesta por nuestros padres. Los deberes eran ni más ni menos que una verificación de que lo explicado en clase por el profesor había sido bien entendido y asimilado por los alumnos. Llevar los deberes hechos constituía una señal de respeto para con nuestros profesores y una demostración de interés en su asignatura. Así el profesor iba evaluando al alumno día a día teniendo en cuenta la predisposición a aprender y el interés demostrado en clase, ambos se reflejaban en el resultado de los deberes.

Por lo tanto no hacer los deberes sin causa justificada era considerado una indisciplina, también una falta de respeto a los compañeros y como es lógico acarreaba una nota negativa. Eso era aceptado por todos: profesores, educadores y padres, sin excepciones. Lo contrario constituía un agravio comparativo.

Bien es verdad que a veces, sobre todo cuando se acercaban los controles mensuales o los exámenes trimestrales la carga de deberes diarios podía ser excesiva… para quien no los hubiera hecho antes. Pero en estos casos recuerdo que los profesores se esforzaban en ayudar a aquellos alumnos que tenían más dificultades y se les deba la oportunidad de repasar de nuevo las lecciones que no hubieran asimilado, incluso en horas extraordinarias fuera del horario normal.

Recuerdo la satisfacción que sentía las veces que me sacaban a la pizarra para revisar mis deberes y explicar los problemas o tomarme la lección del día anterior y escapaba mas o menos decentemente, volvía a mi pupitre pavoneándome relajado y feliz además del orgullo personal por el deber cumplido. Cr Por cierto mi padre no era muy y a los compañeros.e no sab que ir a que un profesor se esforzare por supuesto si hubieran hechoéanme si les digo que muchas otras veces volví a mi banca abochornado y con un cero patatero y angustiado por un “castigo” al tener que acudir a esas clases extraescolares incluso algún sábado por la tarde. Y si he resistido "tamaña crueldad" -tener que ir en horario especial a que un profesor se esforzara en enseñarme lo que no había estudiado en su día para que pudiera aprobar los exámenes-, digo que si entonces pude superar ese “daño” sin secuelas psicosomáticas… era debido a la extraordinaria calidad humana y labor educativa excepcional de mis profesores. Por cierto mi padre no estaba muy de acuerdo con eso de los castigos los sábados pues se quedaba sin su “can/cobrador de pájaros”, de tal manera que en la época de cacerías me instaba a estudiar y a que hiciera los deberes con gran interés. Cosas de mi padre.

La sensación gratificante del “deber cumplido” es lo que esperan los profesores de los alumnos a los que mandan deberes para hacer en casa. La educación escolar no debe limitarse a asistir a las clases y escuchar las lecciones o hacer los trabajos durante el horario lectivo. Trabajar y estudiar sin la presencia del maestro o del profesor es muestra de madurez y de sensatez, fortalece la disciplina y la autoestima y es una señal de respeto a los educadores y a los compañeros.

Enfrentar a los alumnos con los profesores, quitándoles a estos autoridad y docencia es una actitud desconsiderada y negativa en la educación de los jóvenes. Quienes defienden esta opción en contra de la obligación de hacer deberes fuera del horario escolar están dando mal ejemplo a los educandos y creando un precedente muy nocivo para la excelencia de la educación en España.

Los Deberes son también Obligaciones en la Educación y no van a traumatizar ni a quitar tiempo para que los jóvenes tengan una normal relación familiar. (Siempre que esta “normalidad familiar” exista previamente). Eso -en mi humilde opinión- es una paparrucha, señores.

Sinceramente el motivo esgrimido me suena a coger el rábano por las hojas. Y el significado exacto de este dicho o refrán viene muy bien al caso de estas asociaciones de padres de alumnos en contra de los deberes.

Que por supuesto si estos señores hubieran hecho bien los deberes en su día no tendrían dificultad en comprender lo que quiero decir.



2 comentarios:

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Solo se tarda un minuto, si acaso.
GRACIAS COLEGAS.