"Casos Clínicos"

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Sevilla, Huelva, El Rompido, Andaluz.
Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

sábado, 29 de marzo de 2014

Quique Dacosta

Me encuentro un twuit por casualidad que me lleva a la siguiente página de este Blog de Quique Dacosta con el título de "NO ESTAMOS LLENOS" que dice así: (textual de copiar y pegar)

QUIQUE DACOSTA RESTAURANTE es un establecimiento que da de comer a 25 personas por servicio (o eso pretende).
Para atender al máximo nivel a nuestros clientes, necesitamos de un numero altísimo de personas en el equipo, que llega a duplicar el número de comensales.
Es ya sabido estos detalles que os estoy dando. Es un restaurante artesanal en los procesos, cargado de innovación, con apuesta estructural y creencia en la innovación y en la vanguardia. Nos apoyamos en pescadores, ganaderos, agricultores, panaderos y demás proveedores para crear nuestro mundo y darles parte de nuestro conocimiento, y de nuestra economía. No tenemos hotel y por ello los visitantes que llegan hasta Denia, se hospedan en los hoteles de nuestro entorno, vienen en taxi, comen en otros restaurantes y demás… todo bueno y muy bonito.
¿Pero que sucede cuando un restaurante como este o cualquier negocio tiene un 40% de anulaciones o mesas que no se presentan? A esto nos estamos enfrentando. Y la verdad en los últimos tiempos se incrementa. El último sábado nos anularon a ultima hora cinco mesas de las diez que teníamos confirmadas. A medio día sucedió lo mismo. Lo cual es digno de analizar. Nosotros vamos a intentar hacer lo posible para que las personas que bloquean una mesa en Quique Dacosta Restaurante, se comprometan con ello y no nos dejen tirados sin posibilidad de recuperar esa mesa. Paremonos a pensar un momento... imaginar que todo el mundo hiciera lo mismo con los pedidos al carpintero, albañil, al dentista, físio, al electricista, al medico,  por poner algún ejemplo de otro oficios comunes en nuestra sociedad. Es como si te hacen un pedido de mil euros de valor y lo tienes que asumir tu, porque el cliente decide en ultimo momento que no lo quiere, a pesar de que lo ha solicitado.
En cuanto a esas mesas vacías nosotros no tenemos posibilidad de darlas si el cliente me deja tirado en ultimo momento. Yo tengo el restaurante en un pueblo llamado Denia. Con cuarenta mil habitantes. No representamos ni una calle pequeña de una gran ciudad y la gente que hasta aquí viene se organiza con tiempo. Si el cliente me "deja tirado", no me va a llamar a la puerta nadie en quince minutos. 
Además hay otro mito horroroso en torno a los restaurantes como el mío. Y es que hay muchísima gente que piensa que estamos llenos con muchos meses de antelación. Cosa que no digo que no suceda en algunos lugares (contaditos y les felicito por ello),  pero el hecho que se haya instaurando en la cabeza de la mayoría, que estamos llenos desde meses y que es imposible cenar en nuestros restaurantes, imposibilita que alguien coja el teléfono y llame, por esta creencia.
Si alguien quiere venir a mi restaurante, que coja el teléfono o la Web y que reserve. No estamos llenos a diario, ni muchísimo menos y además con la cantidad de anulaciones de ultima hora o mesas que no se presentan ni llaman para anular, siempre hay mesas..
Se ha extendido que estamos llenos con meses y es un problema más para la economía de un restaurante como el mio, y se que el del 98% de los restaurantes españoles.

DATOS DE CADA 100 MESAS RESERVADAS:
De cada 100 mesas 38 son anuladas horas antes de la llegada de la reserva.
De cada 100 mesas 6 no se presentan.
Tan solo algunos sábados (dia mas fuerte) al año, el restaurante esta completo.
Solo en Agosto tenemos el 75% de los días llenos.
Siempre hay alguna mesa libre, por los avatares mencionados anteriormente.
No todos los restaurantes tres estrellas Michelin están llenos y menos lo que no estamos en las grandes ciudades.

Lo mejor y lo positivo, es que la mayoría de las personas que hacen una reserva lo hacen con cariño y respeto. Asumen lo que hacemos y nos respetan. Valores firmes y contrastados, a la vez que sensibilidad. Agradecido a ellos que nos siguen dando el aire que necesitamos y las energías vitales que hacen falta.

PD: Comente hace meses, que este blog se acercaba mas que nunca a contaros noticias buenas, malas y realidades. Pues esta es una de las muchas que hay y quiero seguir abordando.

besos.
QD
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Mi comentario, por supuesto NO publicado aún en su Blog, ha sido el siguiente:

Estimado señor Quique Dacosta:
En su nota informativa / carta de quejas hay datos que me llaman la atención.
Curioso es el número 25, impar ¿porqué? Si fueran 26 no le podría dar de comer a una persona más? Lo normal es que los comensales sean pares, creo.
No me cabe en la cabeza, ni a mi ni a muchos españoles, que para preparar y servir un menú para 25 clientes hagan falta el doble de personas en la cocina y en el servicio de comedor, acostumbrados a ver como desde hace años se come espléndidamente en casas de comidas atendidas por una sola familia, esto permite ofrecer una relación calidad precio excelente. Si un comensal necesita dos personas trabajando para el en exclusiva a su restaurante solo podrán acudir a comer personas de muy alto poder adquisitivo.
A lo mejor ese es el motivo de que tenga usted tan alto número de anulaciones y de ausencias injustificadas.
Adapte usted su restaurante a su entorno, a la preciosa Denia de 40.000 habitantes, abra las puertas de par en par a sus vecinos, invíteles a que conozcan su restaurante sin tener que pasar por una página web, (bájese de las nubes), modere sus pretensiones, expectativas bajas, como deben ser los precios, y estoy seguro que no se llevará tantas decepciones con el resto de los españoles.
Saludos

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PD:
Repito que lo he leído y no me lo creo. ¿Como se puede ser tan absurdo en lo planteamientos? Si usted tiene un restaurante, por muy bueno que usted crea que es y muy carísimo que lo cotice, el que manda es el que se sienta a comer y come y luego paga por lo que ha comido. Nadie paga - o nadie debería pagar por adelantado- por hacer una reserva para comer en sitio alguno... por muy "famoso" que se crea.
El señor Enrique "Quique" Dacosta supone que su oficio es ser "Estrella Michelín" y que con eso supera con creces a otros oficios mas humildes como son los de cocinero o de tabernero de toda la vida. Error.
Si se ha arriesgado a ser empresario de Hostelería y montar un Restaurante tiene que aceptar las reglas del juego que sirven para todos los Restaurantes de este bendito país. No por tener esa estupidez de "Estrella Michelín" se puede pensar que tiene mayores derechos con los clientes que la Casa Pepa de mi barrio... 
El que acepta reservas para yantar se arriesga a eso, a que el reservador no acuda por mil y uno motivos diferentes. Y afirmo que lo educado es llamar para anular la reserva con tiempo o para pedir disculpas por no haber podido acudir a la cita.  Si no lo hace es un maleducado. Y punto.
Otra cosa distinta es lo que yo opine de la carajotada de tener dos camareros dos por cada comensal. O mas cocineros que comensales. O mas proveedores que la Nasa. O mas tonteras que la tómbola de mi pueblo...
Y lo de quejarse por tener el restaurante en Denia que "solo" tiene 40.000 habitantes me parece una estupidez. Llévese usted el negocio a una ciudad tan grande como guste, a ver si así no le fallan los "paganos"...
El problema señor Dacosta no está en Denia ni en sus habitantes, el problema seguro que se encuentra en la relación calidad-precio de sus menús (aproximadamente unos 200,00 euros por persona), que no he tenido el gusto de probar.
¿Se le ha ocurrido pensar en esa posibilidad?






lunes, 24 de marzo de 2014

El fútbol no es un deporte.

Ni nada que se le parezca. He visto en el telediario las imágenes a cámara lenta de las jugadas del último partido disputado entre el Real Madrid y el Barcelona y estoy indignado.

Desde hace ya años los futbolistas me repelen un poco un porque creo que se les dedica demasiado tiempo en los noticiarios y así van convirtiendo en personajes mas o menos importantes para los jóvenes que los admiran. Jóvenes que copian los esculpidos modernos de sus peinados (por decir algo), el diseño atrevido de sus modelos de vestir, su forma de hablar (mal) y por supuesto que no se pierden ni uno solo de los partidos de fútbol cuando juegan estos "ídolos de masas", estos "modelos a seguir" de lo que debería ser el comportamiento ejemplar de un deportista famoso que se enfrenta en buena lid a otros deportistas con vestimenta distinta, y todos los cuales deben de cumplir unas reglas previamente aceptadas, muy bien conocidas por todos y además arbitradas por unos señores que se les reconoce autoridad y suficiencia para ejercer su trabajo de hacer cumplir el reglamento.

Pues estos señores que se dedican a jugar al fútbol en los dos mejores equipos del mundo, a los que la Liga de Futbol Profesional (LFP), les beneficia por la misma cara con muchísimo mas dinero que a los demás, que juegan siempre en los mejores horarios y siempre televisados para que los vean en toda Europa y parte del extranjero, estos señores -digo- que juegan en estos dos equipos privilegiados como son Real Madrid y Barcelona se comportan como unos descerebrados y unos niñatos gilipoyas que no se merecen el dinero que ganan.

En lugar de dar ejemplo de juego limpio y deportividad, de honestidad y de honradez, que sería lo menos que deberían intentar dado el elevado numero de personas que los observan, de tantos chavales que se miran y se ven reflejados en ellos, que compran camisetas con sus nombres y números, que los imitan y sueñan con ser como ellos... en lugar de dar buen ejemplo, la mayoría de estos mamelucos idiotizados y amariconados se dedican a mostrar lo peor que llevan dentro reflejo de su falta de educación y de su mala leche reconcentrada. A saber:

Hacen un teatro burdo y vergonzoso cuando un rival les da un suave empujoncito dejandose caer al suelo, tirandose y revolcándose como si les hubieran disparado en la barriga con un Cetme, para engañar al árbitro y conseguir una sanción injusta al equipo o futbolista contrario. Si lo consiguen se alegran y ríen por lo bajini y si no, protestan como posesos... unos verdaderos rateros.

Se escupen con gargajos asquerosos, se moquean encima, se insultan soezmente y se dan patadas, puñetazos rastreros y hasta se pisotean las manos y la cara siempre que pueden y el árbitro esté distraído mirando para otro lado. Estos "valientes" parece que les da igual que después las imágenes sean vista por todos los espectadores de medio mundo. Parece que se vanaglorian de ser tan bestias y tan cobardes. 

Después del partido, cuando ya están en la pasarela de los focos y las fotos luciendo pelados de apaches, tatuajes en chino, collares, pendientes y pulseras -si, collares, pendientes y pulseras, todo junto-  no dudaran en mofarse de los jugadores del equipo contrario, en seguir mintiendo y manteniendo sus burdas opiniones mal expresadas con frases siempre manidas por repetidas, en quejarse del árbitro si han perdido, en culpar a todo y a todos menos a ellos... que son los que han perdido a pesar de las mil marrullerías y sinvergonzonerias que han realizado en el terreno de juego. Dignidad cero se llama la figura.

Con aires chulescos de matamoros -algunos con pasos de ballet vaporosos- se montarán en sus cochizos de cienes de miles de euros con la rubia mas delgada que hayan podido comprar y se marcharán a sus mansiones a disfrutar del "reposo del guerrero" o a las discotecas de moda a pavonearse a gusto, hasta el próximo encuentro donde de nuevo darán un recital de "deportividad" y de "compañerismo". Un mojón pa mí.

El objetivo primordial de estos ricachones pelotaris es ganar el máximo dinero en el menor tiempo posible y por eso no dudan en traicionar a sus compañeros, entrenadores, directivos y afición completa si llega una oferta que les interese, mandando al Club "de sus amores" a tomar por el mismísimo culo si ven la oportunidad de trincar un euro más que antes. Fidelidad al euro. Lo demás no importa.

Y por supuesto que saben que por ser tan famosos serán imitados por un gran número de chavales jóvenes. Estos chavales jugaran al fútbol en el recreo de sus colegios y harán lo mismo que los "ídolos": escupir, insultar, pelearse, engañar... gracias a estos "futbolistas" famosos. Y a ellos les importa un pimiento y parte del otro...

La culpa la tenemos nosotros por prestarles atención.



PD. Conclusión que he sacado después de ver el Real Madrid-Barcelona.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Las siete olas

LAS SIETE OLAS 
Relato precioso escrito por mi hermana Lourdes

A mi marido… siempre.
Y a todas las personas que vivimos en la Avenida Eduardo Dato nº 28 primero derecha, Sevilla,  a todos sus descendientes y compañer@s de vida.
En especial a mi nieto Juan…

“Vivo sin vivir en mi, y de tal manera espero, que muero porque no muero”.
Santa Teresa de Jesús.
Sesenta años de vida bien llevados, un matrimonio roto casi en la juventud, dos hijos y dos nietas, un piso de barrio en el bloque H segundo derecha donde vivía sola, un trabajo de limpiadora por horas y la canción “A Mi Manera”cantada por Sinatra, metida en la cabeza sin poderlo remediar. La había escuchado esa madrugada en la pequeña radio que siempre tenía con ella en su cama para resistir mejor la desolación del insomnio y de la soledad. Eso era todo lo que tenía en la vida junto con sus raíces en un pueblo cerca del mar, sureño dolorido y alejado, la capacidad de no asombrarse ante casi nada y por fin la satisfacción personal de no humillarse ante las humillaciones, aunque todavía y a esas alturas no lograba quitarse de encima cierto desamparo y el miedo ante el porvenir de los suyos y de ella misma, pero intentaba paliarlo con un orgullo bien entendido y una fortaleza que en realidad no tenía.

LUNES

Rosario cerró la puerta del piso como todos los días a las siete de la mañana pero ese lunes resonándole en su cabeza la voz profunda aterciopelada y melodiosa de Frank Sinatra....,.My Wayyy,... , a su manera y con su habitual sentido del humor pensó sonriendo abiertamente, “ Dios mío la que me espera hoy con la canción, es que éste hombre te envuelve sólo con su voz, menos mal que es ésa y cantada por él”. Impecablemente arreglada justo para lo que tenía que hacer, coger el metro e irse a trabajar y con esa elegancia que tienen las personas que saben dónde van y a lo que se enfrentan, bajó los dos pisos de escalera despacio, cuidadosamente, porque como siempre decía le horrorizaba caerse y fastidiarse ella y sobre todo a los demás.
Sentada en el vagón atestado de personas, las manos sobre el bolso los pies cruzados y la cabeza ya definitivamente instalada en la realidad, se acordó que a una de sus nietas la habían ingresado en el hospital la noche anterior agobiada por el asma. Rosario se estremeció intranquila en el asiento y fue ahí donde afloró por primera vez en el día su vulnerabilidad, ese miedo ancestral y esa eterna ansiedad que siempre iban con ella, pero su decisión de mujer luchadora pudo más que su flaqueza y se consoló pensando que en cuanto pudiera llamaría a sus hijos para ver cómo estaban y qué necesitaban, ella podría ayudarlos. Como siempre lo repitió mentalmente poniendo así freno a su intranquilidad y reafirmándose en la débil fortaleza que a pesar de todo siempre la mantenía en pie, así que suspiró hondo levantándose para bajar en la próxima estación.
Le gustaban las entrañas de la ciudad, moverse anónima y libre por ese mundo de profundidad, gente por todas partes rozándose por primera y última vez, miradas fijas de rutina y muchas de melancolía por culpa de un país o un paisaje muy distintos, luces cafeterías tiendas de todo, pacientes escaleras mecánicas llenas de seres impacientes, músicos magníficos que no habían tenido suerte en la vida y que casi por nada suavizaban con sus ritmos el eco de los trenes y de las prisas. Cuando al fin subió a la calle ya había salido el sol.
“Buenos días señora!!”, ven por favor Rosario que hoy no podemos con ella!!”, esa fue la contestación que recibió cuando entró en el espacioso piso del centro de la ciudad lleno de luz y de una decoración preciosista y bastante recargada para el trabajo de limpieza. Vivían en él, la señora, una mujer pasados los cincuenta de mediana estatura y piel morena contrastando con su pelo rubio, era muy delgada con un estilo excesivo como todo lo que le rodeaba y a la que en los dos años que llevaba trabajando para ella jamás había visto sin arreglar. Hiperactiva, mantenía junto con otra amiga una galería de arte a la que, como Rosario sospechaba, le dedicaba más horas de idas y venidas que beneficios obtenía, un hijo residente en Estados Unidos y un marido más rico de cuna que por su trabajo de empresario al que rara vez se le veía por allí. El alma de la casa y su debilidad era Doña María. Al contrario que su hija ésta era de complexión más bien gruesa y de mirada apacible, aunque cada vez más perdida a causa de la que ella consideraba una de las enfermedades más crueles que se puedan concebir, esa que va aniquilando los recuerdos sin motivos y sin piedad hasta dejar a la persona tan absolutamente vacía que ya no puede ni recordar cómo vivir y es por lo que irremediablemente acaba muriendo de puro olvido.
Rosario soltó el bolso y corrió hacia el cuarto de baño desde donde la llamaban; a pie de ducha y sostenida por Caty la boliviana y por la señora, Doña María se negaba a que la desvistieran para sentarla en el banquito y poder lavarla cómodamente, se apretaba la ropa con fuerza sin dejar de moverse de lado a lado mientras su hija le preguntaba compulsivamente, casi a gritos “qué le pasaba hoy”, ella no paraba susurrando algo que costaba entender, Rosario se le acercó por detrás y puso oído, “te vas a manchar te vas a manchar”, repetía casi ininteligiblemente,” señora dice que se va usted a manchar”. Conociendo cómo conocía ya la casa, se dio cuenta que a Doña María esa mañana y en un momento de mediana lucidez no le parecía lo más adecuado para bañarla el pantalón impecablemente blanco y la blusa de seda clara adornada con un collar de gruesas perlas bisutería cara, que su hija llevaba puestos, “bueeno hoy le preocupa eso no?, pues mira mamá aquí tienes ya a Rosario que no importa nada que se manche,” diciendo esto salió del baño. Ella, mientras sujetaba a Doña María no encajó el golpe porque sencillamente no llegó ni a rozarle, lo vio pasar, estrellarse contra los azulejos y caer por su propio peso.
Ayudada por Caty, sentaron a la anciana ya limpia y calmada en su mesa junto al ventanal para que su cuidadora le diera pacientemente el desayuno, entonces se cambió los zapatos por zapatillas, se puso un delantal pulcro y por fin se sentó a tomar el suyo, era ya necesidad la que tenía por el tazón de café con leche y la tostada.
Mientras acudía rápida a coger el teléfono que sonaba, dio gracias al cielo por haber podido desayunar tranquila. Era como ella imaginaba la señora,“ Rosario hija perdona que haya salido de casa así, es que me tienen entre todos los nervios desquiciados y lo que me faltaba ya era mi madre en estas condiciones, es increíble lo que me está pasando,” por un breve instante se le quebró la voz, “ si señora no se preocupe,” ” además hace dos días que no se nada de mi hijo, es que parece que como no lo llame yo no existimos, por favor que sé que a ti no se te olvida, después de comer recuérdamelo que ya puedo por el horario,” continuó comentándole los pormenores domésticos y ella notó que se iba calmando desde la distancia, tanto que pidió que se reservara algo de la comida por si llegaba su marido aún a sabiendas de lo inútil de su petición, Rosario no pudo reprimir una sonrisa de ternura al darse cuenta de lo terriblemente sola que estaba ésta mujer. Cuando terminaron de hablar, volvió a respirar hondo una vez más y por fin fue a buscar el móvil para llamar a sus hijos antes de empezar con la faena diaria.
Su hija vivía en el otro extremo de la ciudad, el marido trabajaba de camarero en la cafetería de unos grandes almacenes y aunque ganaba poco como para pagar la hipoteca y sacar adelante la casa, echaba muchas horas detrás de la barra, todas las que podía, aún así ella siempre les ayudaba algo porque la joven madre no se podía mover con dos niñas de apenas tres y un año. 
“Estamos bien mamá, la niña está un poco mejor aunque me la dejaron con el oxigeno un buen rato y como siempre estoy sola.”, la conversación siguió y Rosario se fue calmando al ver que todo estaba medianamente tranquilo, le aseguró que el domingo iría a verlas y les llevaría una compra para las nietas y para la casa, “te lo agradezco que no nos viene nada mal la verdad”.
“Hola hijo, ¿cómo estás?”, ” no sé mamá que quieres que te diga.”, ya en el tono de la voz la madre notó su disgusto. Su hijo le hablaba desde una gran ciudad en la costa del levante, a ella le gustaba que estuviera cerca del mar porque sus raíces estaban a pie de un océano más al sur y sabía por un conocimiento ancestral que las personas que viven cercanas a los mares y océanos comprenden mejor a la vida, ya sea por la fuerza de las mareas y de las olas o por el aire con salitre o todo a la vez, pero así era. Tenía en alquiler con su novia un apartamento que los padres de ella habían comprado a las afueras de la ciudad, muy cercano a la playa y donde toda la familia pasaba los veranos, durante el calor los dos habían trabajado en los chiringuitos playeros pero con la llegada del otoño éstos cerraban, así que estaban a merced de lo que saliera, últimamente la novia había logrado colocarse de cajera en un supermercado y el seguía sin encontrar nada, de ahí su desolación.
Rosario, aunque también estaba desolada, reunió las fuerzas suficientes para intentar animarlo,” ten paciencia, tu tienes tu curso de mecánico, vete por la oficina de empleo y echa los papeles que algo te saldrá”,” no creo porque no hay casi nada, ya lo sabes”, respondió él tristemente, “tu no dejes de buscar en lo que sea”, ella continuó hablando para consolar al hijo y sin saber porqué cerró los ojos y se inspiró en el viento del suroeste con el olor de las algas y el ruido del mar que desde siempre llevaba metido en los sentidos. 
Cuando guardó el teléfono en el bolsillo le temblaban las manos. Le hubiera gustado tener un corazón menos sensible para algunas cosas de la vida, pero no podía, sufría excesivamente con todo y más con las penurias y la desolación de sus hijos, aunque sabía que ellos eran fuertes para las dificultades, en el fondo más que ella y sabía también que la tranquilidad de espíritu que les pudiera transmitir era fundamental para su bienestar. Desde siempre mantenía la teoría sin fundamento científico pero sí vista y demostrada a lo largo de sus sesenta años de vida, que los tormentos y disgustos continuos terminan disgustando y atormentando al cuerpo horadándolo con todo tipo de males y enfermedades, había tenido muchas veces la evidencia de lo certero de su convicción y por eso luchaba por mantener su frágil estado de tranquilidad pero sobre todo para que la tuvieran sus hijos, así que intentó serenarse y haciendo el esfuerzo que tenía que hacer se dispuso a fondo para trabajar. 
Recoger ventilar ordenar hacer baldear aspirar fregar cocinar lavar y planchar, esa era su tarea y la hacía de forma organizada por lo que el trabajo le cundía mucho en el tiempo, mientras tanto todavía le quedaba sitio en su cabeza para pensar en sus cosas, las que quisiera, dejaba a su cerebro navegar solo, coger su propio rumbo.
El de ese lunes fue a desembocar en la figura del marido perdido. Todo empezó porque estaba pensando en la mejor manera de administrar su dinero como para cubrirle a ella sus gastos y poder ayudar a sus hijos, entonces el “timón” dio un giro inesperado,”tantos años yo sola para todo”, pensó sintiendo la dureza de su carga.
Se conocieron cuando eran dos niños del mismo pueblo y casi sin darse cuenta fueron novios adolescentes, de la misma forma lo fueron jóvenes y cuando a él le salió un trabajo de electricista en la obra de una promoción de viviendas en la gran ciudad no lo dudaron y con la misma ilusión con la que hacían las maletas se casaron para irse juntos. Nunca fue ni un amor desesperado ni una separación traumática, todo transcurrió como si ese fuera su desenlace natural. El era un hombre tranquilo pero demasiado cerrado en si mismo, tanto que durante algún tiempo y estando al lado de una mujer como la que tenía, se hubiera podido librar de la ignorancia, pero no pudo o no quiso.
Cuando los niños eran todavía pequeños pero ya con edad de ir al colegio, Rosario empezó su trabajo de limpiadora para ayudar así con el alquiler y los gastos familiares, fue entonces cuando el matrimonio tuvo el enfrentamiento definitivo que los separó para siempre. En la vieja casona del pueblo dónde ella nació vivían su madre y su hermana con el marido y los hijos de ésta, era grande pero no estaba actualizada para ser más cómoda desde hacía muchos años, aunque sí se encontraba en un lugar estratégico, justo detrás de la Iglesia, a dos pasos de la plaza del pueblo y rodeada de pequeñas casas diseminadas en una gran parcela., el sitio ideal para hacer una urbanización de nuevas viviendas. A su hermana y a ella les ofrecieron un dinero lo bastante sensato como para que las dos tuvieran claro que les iba a cambiar la vida, y así fue. La familia del pueblo se quedó a cambio del terreno con una de las casas más amplias y mejor orientadas de la promoción y Rosario lo tuvo claro desde el principio, se compraba un piso en la ciudad para no tener que pagar más mensualidades. Lo hizo sin encomendarse a nadie, con su firmeza, el dinero de la herencia de sus padres y la absoluta creencia de que así aseguraba para sus hijos un refugio y un lugar dónde siempre pudieran acudir.
Su marido no estuvo de acuerdo, en realidad lo que verdaderamente le molestó más que el piso propiedad de su mujer, fue su iniciativa y audacia. Le dio muchas razones pero ninguna logró convencerla de nada y eso hizo que se fueran distanciando más y más hasta que llegó un momento en que el abismo fue tan insalvable que cada uno tuvo su propia vida bajo el mismo techo. Así estaban, hasta que una mañana incierta el hizo la maleta sin compasión de nada ni de nadie y terminó por irse a vivir con esa muchacha joven a la que ella un día oyó reír y supo entonces que se había metido en su vida. Lloró viendo el reguero de soledad que el dejaba, pero no tuvo más remedio que reaccionar, así que con pena y sin gloria, sin dramatismos ni traumas, se fue al nuevo piso con sus dos hijos y con el vacío del marido perdido.
A las cinco de la tarde terminaba su horario de trabajo, la casa volvía a estar tranquila después del fragor de la comida y el trasiego de la recogida, antes de marcharse fue al ventanal de Doña María, Caty seguía con atención los pormenores de un novelón televisivo y ella se acercó a la anciana que miraba a la calle sin expresión, “doña María” le dijo, ésta volvió la cara hacia ella y se le quedó mirando con signos de duda hasta que sus ojos se le encendieron con el reconocimiento, “¿y la luna?” le preguntó con la lógica aplastante de las personas que pierden la noción del movimiento de los astros, “esta noche sale, dígale a su hija que la quiere ver”, a Rosario se le inundó el corazón de ternura, por un momento pensó que la mujer que tenía enfrente vivía ya a salvo de todo, ella a su lado también se sentía segura, no tenía que tomar ninguna precaución ni determinación solo acompañarla y sin aspavientos iluminarla en los pocos destellos de lucidez que le pudieran quedar, le acarició la mano a modo de despedida y entonces la oyó, “Rosario”, “¿sí Doña María?”, pero ésta miraba ya otra vez a la calle. Fugazmente la había reconocido y su nombre se le quedó atrapado en la boca hasta que sin saber lo que decía la llamó.
En el camino de vuelta todavía estaba algo sobrecogida por haber visto en carne y hueso al olvido, le costaba trabajo quitárselo de la cabeza . La particularidad de su carácter demasiado emotivo y sensible le resultaba agotador y esa tarde estaba ya muy cansada, pensó que tenía que hacer la compra con la paga de ese lunes, el sábado haría otra teniendo en cuenta a su hija, así que con el realismo de lo cotidiano se fue relajando. 
Cuando llegó a su casa había oscurecido, dispuso las cosas en su sitio y se sentó un rato en el sillón, puso la televisión para no escuchar el ruido de la soledad y se acomodó por primera vez en el día.
Durmió de puro agotamiento un sueño pesado y oscuro que no pudo recordar cuando despertó a las diez de la noche. Al levantarse para preparar su cena sintió la lentitud de sus movimientos, el trabajo los años y lo avanzado del día le quitaban la agilidad del amanecer, así que sin más miramientos se fue a la cama con la pequeña radio y dándole vueltas al día de mañana.

MARTES

Ese martes llovía y hacía frío, el otoño ya avanzado se dejaba ver en todo su esplendor. Le tocaba trabajar en casa de una pareja de jóvenes profesionales, los dos salían desde temprano y Rosario estaba sola durante toda su jornada que terminaba al medio día. Cuando bajó del autobús tenía el cuerpo cortado así que entró en el bar de abajo a tomar el desayuno. Era temprano y se acomodó en una mesa tranquila, había muchas personas tomando café pero ella tomó el suyo con gusto y mirando apaciblemente el trasiego de la mañana.
Este día de la semana era el más descansado para ella, el piso pequeño y decorado de forma sencilla y joven tenía pocas complicaciones de limpieza, la chica le dejaba una notita por si tenía que hacer algo especial, ésta vez le pedía de una forma clara y coherente que hiciera el favor de hacerle un guisado de carne porque tenían un compromiso con unos amigos y querían dar una cena, ella se enterneció con la misiva en la que le daba las gracias repetidamente pidiéndole disculpas constantemente porque no volvería hasta la noche y no podría verla, pero que la llamaría por teléfono a media mañana para ver como iba todo y despedirse hasta la próxima semana . Le gustaba la gente joven, tenían intactas todas sus ilusiones y fuerza para el porvenir, ésta pareja era estupenda, los conoció y le gustaron enseguida y fue mutuo porque ellos sin pensárselo dos veces dejaron la casa en sus manos sin condiciones, así que ella sonriendo sin poderlo remediar pensó que se esmeraría en la cocina para que ésta chica agradecida se pudiera lucir con sus invitados.
Mientras hacía su trabajo fuera llovía intensamente, era una cortina de agua con viento que limpiaba las calles y la atmósfera después de un verano caluroso y polvoriento. A Rosario no le gustaba el verano. En primer lugar el trabajo bajaba porque algunas familias salían de la ciudad, además el calor a ella le producía un cansancio añadido y un desajuste personal con tantas idas y venidas, parecía como si todo el mundo tuviera la necesidad imperiosa de echar a correr huyendo de algo, horas y horas de coche para por fin pasar unos días de vacaciones, encontraba algo de ansiedad en tanto furor de viajes, ansias de playas atestadas y descanso necesario y algo forzado.
Recordaba el reciente verano y como lo pasó ella, la verdad es que no estuvo mal, pensaba mientras trabajaba y veía por la ventana el día gris y la lluvia, echaba de menos el resplandor del calor y la compañía de sus hijos, se alegraba de haberse tomado entonces un respiro necesario, bajó el nivel de trabajo y descansó en la penumbra de su casa, por las noches le gustaba dormir libre de sábanas y colchas cómodamente desarropada y con la ventana abierta hasta arriba oyendo los sonidos de la calle. Un fin de semana de Julio había ido con la familia de su hija a esa playa del levante a ver al hijo. Estaba muy ilusionada y agradeció al cielo el poder estar junto a sus dos hijos las parejas de ambos y sus nietas, lo pasaron muy bien estrechados en ese apartamento todos juntos, estuvo cerca del mar y volvió como nueva.
En Agosto decidió que iría al pueblo a ver a su hermana y a su madre ya muy anciana, noventa y dos años la contemplaban en esta vida. La antigua casona familiar se había transformado en otra; a ésta no le faltaba de nada era una buena casa de pueblo que son todas bonitas en el estilo de vivienda amplia de tres cuerpos y decoración de fotos cerámica y macetas floridas, tenía habitaciones suficientes para toda la familia y una habilitada para la madre con ventana al patio cuajado de plantas y con la antigua cancela de hierro forjado donde se sentaban a cenar al fresco de las noches de verano. Su hermana la recibió con alegría, “que guapetona estás hija y que bien arregladita se nota que vienes de la capital”, riendo las dos y entrelazadas por un cariño de nacimiento husmearon por todos los rincones, Rosario estaba contenta y excitada siempre que volvía a sus raíces, "¿y mamá?" preguntó," ven que está nerviosa hoy sabiendo que venías".
El dormitorio de la madre olía a agua de colonia fresca, el orden era perfecto y una anciana vestida de oscuro, delgada repeinada hacia atrás y arrugadita como una pasa, los ojos acuosos y borrosos mantenían una mirada de sabiduría prudente, la boca apretada del peso de tantos años viendo amaneceres y atardeceres desde el mismo sitio y a la misma hora y en una de las manos un pañolito bordado secaba las lágrimas que ya no controlaba, esa era la madre de las dos, la madre de Rosario.
Durante un tiempo las dos hermanas estuvieron intentando que la viejita se turnara con las dos hermanas, pero la anciana no consintió salir del pueblo ni de su casa. Su hermana sucumbió por dos motivos, porque era una mujer centrada sensata y muy buena, y porque necesitaba a su madre. La necesitaba porque tenía un carácter opuesto al de Rosario, era la menor de las dos, muy extrovertida alegre abierta a los demás, inquieta, con una actividad frenética y una necesidad constante de convivir con sus raíces con sus gentes, jamás salió del pueblo ni quiso hacerlo, ni pudo, vivía allí rodeada de amistades de siempre apegada a su niñez y a su vida de hija esposa y madre en un solo estado de ser, de sentir.
La madre la ayudaba de igual modo con su pequeña paga y con un terreno donde la anciana le montó al marido de la hija que la albergaba un taller mecánico que funcionaba bien y era de lo que la familia vivía.
Cuando vió a Rosario le extendió las manos, al abrazarla, la hija notó lo pequeña que estaba, el cuerpo parecía crujirle y se emocionó de ver al mismísimo centro de su vida tan frágil y ya cansada.
Se sorprendió cuando las dos hermanas sentadas frente a la madre y hablándo a gritos porque la sordera era su mayor padecimiento, ésta razonaba con la misma clarividencia de sus años jóvenes, sabía todas las noticias del planeta porque gustaba de la televisión y la radio y mantenía su modo de ver la vida y la ironía propia de las personas inteligentes.
Sabía de la vida de Rosario con todo detalle y se preocupaba de que tuviera tanto trabajo y ajetreo en aquella ciudad a la que ella jamás iría, le pidió a la hija que se quedara allí con ellas descansando unos días y así quedaron las tres en paz y compañía.
Había dejado de llover y Rosario abrió las ventanas del pequeño piso para terminar con su trabajo y para que entrase aire limpio, se paró en el testero repleto de libros; a ella le gustaba la lectura, tuvo una educación elemental pero muy completa, su madre allí en el pueblo se aseguró de que sus hijas fueran al colegio hasta los catorce años porque era mujer lista y con visión de futuro y sabía que el analfabetismo es un mal que puede con las personas, así que entre su cultura de colegio y la afición por estar al día con la pequeña radio y la televisión y su afán por la lectura cuando podía, se alimentaba interiormente dándole a su sensibilidad lo que precisaba y a sus miedos una tregua necesaria. Los títulos de los libros le fascinaban, había oído una vez que en una novela el título y los primeros párrafos deben definir la esencia del libro, se paró a leer algunos: "Ojos de perro azul", "Ültimas tardes con Teresa", "Nada", "Las mil y una noches", "El héroe discreto", "El Perfume", "Cién años de soledad", "La consagración de la primavera", "Boquitas pintadas", "El viejo y el mar", aahh, que belleza, se extasiaba solo con leer esos títulos que son un relato en si.
A las dos de la tarde Rosario tenía el piso de los dos jóvenes recogido y una carne guisada digna del mejor restaurante. Se la dejó a la chica en una fuente bien adornada con verduras y frutas escarchadas, sonrió ante su obra y en ese momento con el deber cumplido y sabiendo que una chica joven sería feliz, lo fue ella también y se fue a su casa con el ánimo alto y una sonrisa de satisfacción.
Después de comer descansó un rato y bajó a ver a su vecina y amiga Carmen. Vivía en el primero C con su marido, un hombre agradable y pacífico que se abstraía con sus aficiones. Le gustaba pintar, fabricar galeones imperiales dentro de una botella, escribir poesía y resolver crucigramas a la velocidad del rayo. No tenían hijos, estaban jubilados y mantenían una vida apacible, por lo que se había agudizado la imaginación del hombre y la necesidad de Carmen de tener una buena amiga con quién hablar de sus cosas. Rosario y ella lo eran y realmente se necesitaban la una a la otra, por un lado la soledad y por el otro la falta de preocupaciones compensaban un equilibrio de compañía y de charlas desahogadas y tranquilas, conversaciones algunas veces de nada y otras de todo que alegraba el espíritu a las dos mujeres.
Rosario le contó la preocupación por sus hijos, la pena por su madre, el olvido de Doña María y la carne guisada con frutas escarchadas de la chica agradecida. Carmen la consoló desde una perspectiva más lejana y más realista, le dijo que estuviera tranquila que sus hijos estaban bien, le recomendó con la sabiduría de los huérfanos que tuviera presente siempre a su madre, que algunos hijos tienden a juzgar a los padres sin reflexionar a fondo los esfuerzos de sus vidas, hablaron del olvido rogando a Dios que tuviera la piedad de llevarse a las personas antes de caer en ese pozo sin fondo, ellas no querían ser una carga para nadie y menos una carga sin memoria, estuvieron largo rato dándole vueltas a lo divino y lo humano hasta que por fin terminaron comentando alegremente la receta de la carne con frutas escarchadas.
A las nueve de la noche subió a su casa, estaba tranquila y aliviada con la charla y el café de Carmen, fue entonces, en ese martes apacible casi terminando el día, cuando tuvo la satisfacción que interiormente llevaba esperando mucho tiempo. Sonó el teléfono y era su marido perdido.
“¿Rosario?”, preguntó; ella lo había conocido al instante aunque hiciera años que no oía su voz, “si”, respondió secamente. El marido perdido comenzó a hablar con saludos y preguntas previsibles, hasta que lentamente se fue acercando al núcleo de su llamada, fue cuando empezó a interesarse por los hijos de los que no sabía nada hacía ya mucho tiempo, “me gustaría verlos a los dos y a las nietas también, que ya uno se va haciendo mayor y no se sabe..”, dijo el, pero ella que lo conocía y rara vez le fallaba una intuición, comprendió que con los tiempos que corrían y las necesidades del momento, lo que verdaderamente quería con esa llamada inesperada era intentar sacarles algo de dinero a ella o a sus hijos.
Se preparó mentalmente procurando equilibrar su indignación y a la vez la satisfacción que sentía, respiró hondo y empezó el contraataque. “Bueno es lógico que quieras ver a tus hijos después de tanto tiempo, ellos están bien y las niñas también, por cierto, los tuyos como están?”. El marido perdido tenía dos chicos todavía pequeños con la muchacha joven a la que ella un día oyó reír, Rosario se interesó sinceramente por ellos, aunque quiso también así terminar con las urbanidades para dirigir de una vez por todas la conversación hasta dónde su marido quería llegar, y ella tenía prisa,. “Bien dentro de lo que cabe, aunque ya sabes cómo van las cosas”, contestó el, ella lo dejó hablar. Se había quedado parado en la obra en la que estaba y la madre de sus hijos había invertido dinero para poner un negocio de peluquería, estaban yendo a comer a casa de los padres de ella, pero tenía unos pagos del negocio a los que no le podía hacer frente, así que tuvo la desfachatez de decirle, que como la familia siempre era la familia, acudía a ella o a sus hijos por si podían ayudarlo en algo, que por supuesto ya se los devolvería en cuanto pudiera.
Rosario cogió aire y se sentó, porque había esperado dieciocho años y dos meses para decirle todo lo que le tenía que decir.
“ Mira, desde que te fuiste hace ya media vida, no has tenido la decencia de pasarme absolutamente nada para que yo pudiera sacar adelante a tus hijos, me he visto sola con los dos y he trabajado y trabajo mucho, y como sé que lo sabes, por eso me llamas, pero te diré algo. Tengo sesenta años, el cuerpo cansado de tanta lucha siempre sola, gano lo justo para vivir y para ayudar un poco a mis hijos, que para que lo sepas están pasando apuros. Tu hija no se puede mover con dos niñas recién nacidas, y tu hijo está sin trabajo viviendo a expensas de los padres de su novia., tu ve a verlos, estás en tu derecho, pero no se te ocurra pedirles nada porque vas a perder ante ellos lo poco de bueno que pudieran recordar de ti, procura además que el marido de tu hija no esté delante porque trabaja todo el día para a duras penas llegar a fin de mes, así que si te queda un poco de dignidad, cuando vayas les llevas un regalo que es lo menos que puedes hacer por tus hijos y por tus nietas, que les debes mucho me oyes?, a mi no, pero a ellos sí, y ahora, quieres algo más?”. Se hizo un silencio hasta que el contestó en tono hosco y oscuro, “yo haré lo que me parezca oportuno”. Rosario necesitó todo el tiempo que había pasado desde el abandono, todas las noches de soledad y las eternas tardes de los domingos, los fríos del amanecer camino del trabajo y el bochorno del calor en su casa sola, para decirle que lo que tenía que hacer si tenía vergüenza era no volver a llamarla jamás en la vida, y que si quería acercarse a sus hijos que fuera para devolverles el cariño y las necesidades que les había negado durante dieciocho años y dos meses. Diciendo esto cortó en seco para no saber nunca nada más de él.
Cuando terminó de desahogarse temblaba y estaba confusa, a pesar de todo la conciencia en las personas puede llegar a ser su peor enemigo, y para ella lo era, sabía que ese hombre se merecía todo lo que le había dicho y más, pero no pudo evitar sentir desasosiego y cierta incertidumbre ante su reacción. Como siempre se encomendó al cielo y pidió perdón por su contundencia ante los hechos, Rosario tenía un excesivo espíritu autocrítico debido a su inseguridad y demasiada clemencia ante las injusticias de la vida, pero lo paliaba con su capacidad para no humillarse ante nada ni nadie, su sentido de la dignidad y la débil fortaleza que siempre la mantenía en pie, pensó en todo coherentemente y tuvo conciencia de lo que había hecho y seguridad en lo que tenía que hacer.
Esa noche no se despertó con su habitual ansiedad de las madrugadas, durmió con una respiración pausada hasta la mañana siguiente.

MIÉRCOLES

Este día centro de la semana, trabajaba en una casa de familia numerosa. La pareja rondaba los cuarenta, vivían en una chalet adosado confortable y funcional, no les sobraba ni les faltaba nada en la vida, eran atractivos con un porte distinguido y una elegancia sobria aunque tal vez demasiado convencional para ser todavía jóvenes. Amables y educados, tenían cuatro niños disciplinados que vivían felices en un hogar feliz, el matrimonio tenía una complicidad extraordinaria y una claridad en sus ideas que los hacía funcionar en todos los ordenes de la vida con una exactitud y una pericia dignas de elogio. Lo más curioso para Rosario era que todo éste amor, ésta complicidad y el orden riguroso de la casa, se regían a través de unas leyes Divinas que ellos continuamente manifestaban en cada gesto o conversación, incluso en el trato con los niños, siempre enfocándolos hacia lo mismo, La Divinidad estaba en sus juegos en la comida y en las pequeñas discusiones infantiles, en todas partes y a todas horas obsesivamente.
El padre salía a trabajar y la madre se quedaba en casa cuidando de los hijos. Era una simbiosis perfecta pero a Rosario tanta perfección y tanta Divinidad sin ton ni son le producía una inquietud difícil de explicar. La mujer era hermosa esbelta y bien formada a pesar de tantos embarazos seguidos, su trato era afectuoso y siempre con educación, tanto que por sí mismo marcaba una línea infranqueable imposible de salvar, un desfiladero casi invisible por el que se cae irremediablemente al vacío dando un paso en falso. Tenía unas maneras suaves, aunque se veía claramente que era una persona embelesada consigo misma, ejercía a la perfección su papel de madre de familia numerosa siempre manteniendo el tipo y el orden de la casa aparentemente sin ningún tipo de esfuerzo, era fuerte y parecía incombustible, aunque con el paso del tiempo Rosario le cogió su punto débil, de ninguna manera se le podía llevar la contraria, no lo soportaba, ahí se derrumbaba esa torre firme para convertirse en una fortaleza contra el enemigo.
Siempre con esa amabilidad distante y jamás tuteándose la una a la otra, hablaban lo preciso y de los pormenores del trabajo doméstico, aunque en más de una ocasión Rosario notó como la mujer deliberadamente se saltaba el protocolo que había establecido y se dirigía a ella en tono de suave interrogatorio. Le preguntaba hábilmente por su familia y sus costumbres y ella hábilmente también y con los veinte años de ventaja de vida le respondía lo que creía que le tenía que responder, siempre con una actitud humilde y aceptando el grado de superioridad de la joven sin ningún tipo de complicación. La verdad era que a ella desde que entró en la casa, ésta mujer no terminó de gustarle, eso le pasaba pocas veces en la vida pero en ésta ocasión si y de una manera muy clara.
Lentamente estos interrogatorios encubiertos llegaron al punto que tenían que llegar. Una tarde después de la comida, mientras Rosario planchaba se le acercó cadenciosamente, como por casualidad, tenía una sonrisa radiante pero distinta, empezó hablando del trabajo, “¿cómo va esa plancha, es mucha ropa”?, “no se preocupe voy bien”, contestó ella sin parar su faena, entonces la dueña de la casa buscó cualquier pretexto, la tarde que declinaba la alegría de los niños el frío y el calor la noche y el día lo verdadero y lo falso, la vida y sus penalidades y la demagogia divina para terminar preguntándole lo que quería saber ¿Usted es creyente?...
Hubo un breve silencio buscado, Rosario se estaba tomando su tiempo para contestar a aquella mujer que más que vestirse por las mañanas se investía, y no es que a ella no le gustara la conversación o evitara temas delicados, no, es que sabía hace mucho tiempo que en esa casa de divinidad todo tenía que ser divino y ella se negaba a sucumbir a un apostolado de baratillo, de damas de ropero, de imposiciones celestiales, “¿Qué quiere decir con creyente, señora?”, con ésta respuesta la quiso poner contra las cuerdas, ella sabía del poder de su contrincante pero quiso correr ese riesgo para medir las fuerzas y saber mejor a quién se enfrentaba. Lo supo cuando la dueña de la casa le contestó sin inmutarse, “no, tranquila, no tiene importancia es solo curiosidad, pero si se ha molestado le pido disculpas, es que como ya nos conocemos hace algunos meses me parece normal que hablemos de otras cosas que no sean sólo del trabajo, ¿no le parece?”, el cinismo de la mujer era tremendo, podían hablar de otras cosas pero de las que ella quisiera, aún peor y a las que ella quisiera llegar por algún motivo, pero lo más escalofriante era que no había movido ni un solo músculo de su cuerpo, seguía inclinada contra el quicio de la puerta de la cocina y con la misma sonrisa; de manera casi imperceptible se iba acercando al punto al que ella quería llegar, Rosario no se dejó amedrentar aunque tuvo que hacer un gran esfuerzo, se notaba que su contrincante estaba acostumbrada a preguntar para recibir contestación siempre, “pues sí creo en Dios”, le respondió de manera tajante guardando después silencio para darle a entender que no quería saltarse más normas, la joven captó inmediatamente la sequedad de la respuesta, así que concluyó la conversación con alguna apreciación sin importancia y se batió en retirada por el momento......
Mientras recojía sus cosas pensó que quizás habría estado un poco brusca con la mujer creyente, pero ella se encontraba un poco nerviosa sin poderlo remediar porque por la mañana había hablado con su hijo y lo había encontrado todavía algo inquieto: no tenía trabajo pero estaba haciendo un curso de informática que lo mantenía ocupado y la madre notó que también ilusionado, así que ella le estuvo dando los mejores consejos intentando como siempre que al menos tuviera paciencia y estuviera tranquilo, ya llegaría su momento. Se sentía muy orgullosa de sus hijos, valoraba todo el esfuerzo de sus vidas, la lucha de la hija con su familia y la buena administración de su casa y de sus cosas, siempre infatigable optimista y con alegría de vivir, y el esfuerzo del hijo fuera de su ciudad y buscándose la vida con voluntad, siempre noble y honrado, Rosario pensó que no podía pedir más, que ya tenía todo lo mejor que se puede tener.
En estas divagaciones estaba intentándo calmarse a sí misma cuando apareció de nuevo la dueña de la casa; "¿Ya se va Rosario, necesita algo?", "No señora gracias, hasta el miércoles que viene", "Pues estupendo Rosario, contestó la mujer, porque el miércoles que viene tengo aquí en casa una merienda con unas amigas y así me puede ayudar", ella le contestó encantada que le habían hablado de la receta de un dulce de limón que era una delicia y se hacía con facilidad, la dueña de la casa le seguía la conversación siempre sonriente, “pues vamos a hacerlo”. Enfrascadas en los dulces las dos disfrutaron hablando de recetas , fue entonces cuando repentinamente y como de un día de sol pasara en un momento a nublado, cuando la mujer volvió a la carga, “nos reunimos las amigas para estar un rato juntas y cambiar impresiones, aunque la charla ésta vez me toca darla a mi”, “muy bien señora”, contestó ella hábilmente intuyendo la intención final, la otra se desconcertó por un breve instante hasta que enseguida recobró la compostura y fue directa, “ por cierto Rosario, me pareció que el otro día cuando le pregunté sobre la fe se molestó un poco,¿ no?”, “no me molesté en absoluto,”contestó ella dispuesta a no ponérselo fácil, “pues a mi me dio esa impresión porque ya la voy conociendo algo más”, “¿usted cree, señora?”, ésta vez quería llegar hasta el fondo.
Con la respuesta irónica que Rosario le acababa de dar la cara de la mujer se transformó, se le quedó mirando algo perpleja hasta que reaccionó enseguida para decirle entre amable y tensa que estaba muy contenta con ella en todo lo referente al trabajo, pero que francamente era de las pocas personas que se había encontrado con la que no se podía hablar, recomendándole después que la conversación era un medio muy eficaz para el aprendizaje y para enriquecer las ideas, cosa que venía muy bien para poder llevar adecuadamente las cosas de la vida . Le soltó éste discurso de manera absolutamente altiva y Rosario decidió que había tocado suelo en ese momento, así que paró en seco y procurando ser amable le vino a decir que podían hablar de todo lo que quisiera, ahora fue ella y no la dueña de la casa la que se apoyó en el quicio de la puerta.
“ Mire”, dijo la señora con gesto de levitación,” yo tengo una absoluta prioridad en mi vida, es Dios, El está por encima de todo y con su ayuda tengo el deber de transmitir su enseñanza y su palabra a todas las personas que me rodean, es una vocación Rosario y además sabemos (ahí empezó inconscientemente con el plural) que mediante la vida normal y seglar se puede llegar al camino de la santidad, por eso quería compartirlo con usted, porque la veo tan cumplidora tan seria y tan eficaz que me gustaría que supiera la buena nueva que vamos dando a todas las personas que quieran oír Su palabra”.
“Me parece muy bien señora, si ha tomado ese camino seguro que está haciendo una labor estupenda”, “Yo creo que si”, respondió la mujer, “ la labor que yo hago es un apostolado”. Siguió hablando sobre su cruzada de santidad, dando consejos y proclamas sobre la vida en constante espiritualidad, el amor de Dios y lo trascendental de la transustanciación el amor de los esposos hasta la muerte y los hijos que Dios quiera mandar, porque eso solo está en sus Manos. Rosario la oyó sin pestañear, le asombraba como una mujer joven con tan poca vida todavía vivida pudiera estar tan absolutamente segura de tantas cosas, parecía por su modo de hablar como si supiera el porvenir sin tener en cuenta las vueltas inciertas del destino y a las situaciones que los acontecimientos pueden llevar a las personas, se veía que no concebía el fracaso ni la decepción, era tal su soberbia que seguramente podría soportar el mayor de los dolores con cristiana resignación, pero no podría soportar simplemente un no. Por otro lado admiraba su fortaleza y la fidelidad con la que llevaba su apostolado, lo que no comprendía era porqué tanto proselitismo, porqué a ella y porqué ésa obsesión por difundir una doctrina que además se regía por algunas normas que a su modo de ver nada tenían que ver con la fe.  Su opinión era que para las personas creyentes, Dios en cualquiera de las distintas religiones y advocaciones, está para que los seres humanos tengan un apoyo y un consuelo en éste paso incierto por la vida, un refugio de serenidad y una reflexión de espiritualidad absolutamente íntima, porque nadie es igual y la fe como casi todo es personal e intransferible, ella con su carácter ansioso no podría vivir sin creer, pero no necesitaba darle más vueltas a un asunto que ya tenía zanjado hacía mucho tiempo, sin embargo la mujer seguía predicando una fe con muchos recovecos y demasiados estatutos y proclamas, excesiva en todo porque todo en la vida lo divinizaba, el matrimonio, los hijos y la sexualidad....Rosario pensó sonriendo socarronamente que a juzgar por lo numeroso de su prole y con la bendición del más allá, no se privaban de nada.
Cuando la mujer terminó su homilía, le dijo que esa tarde su conferencia con las amigas versaría sobre el amor de los esposos hasta la muerte. Rosario súbitamente sintió como la indignación la llenaba. Se preguntaba quién era esa persona para darle lecciones de vida a nadie, para inmiscuirse en los matrimonios ajenos, para poner la decisión de tener los hijos en manos de Dios, cuando El ya tenía bastante con los ruegos sobre su protección, como para además adjudicarle la carga de tomar la determinación de traerlos al mundo, le producía estupor la manía de ser santa a toda costa y le horrorizaba la conferencia de limón con las amigas, entendió de pronto el porqué del empeño por convertirla a ella cuando ella ya estaba convertida y convencida, pero ahí era precisamente dónde estaba la razón. Esta mujer no podía concebir que alguien cercano tuviese las ideas claras y criterio propio sin estar ella en medio. Rosario lo pensó bien y comprendió que con la dueña de ésta casa o se estaba con ella o contra ella y como en su vida ya tenía bastantes dificultades no se quería meter ahora en un berenjenal de santidad, así que arreglándose la ropa fue a buscar su bolsa sin decir ni media palabra, la mujer la miraba desconcertada y ella antes de despedirse para siempre le dijo lo que creía que tenía que decir intentando calmar su ansiedad,” pues yo creo señora, que no todas las personas somos iguales ni todas las vidas son las mismas ni todos tenemos las mismas oportunidades, para mi la religión y mi forma de creer es algo muy íntimo y personal, todo lo contrario que para usted, yo creo que Dios está para ayudarnos en nuestras debilidades y sufrimientos, que con nuestros ruegos y la fe podamos sobrellevar mejor los miedos de ésta vida incierta, ese es el mejor regalo que nos ha dado y ahí radica en mi opinión su grandeza y su misericordia, yo necesito vivir creyendo, pero no quiero convencer a nadie de nada, no suelo pensar en el más allá porque la religión la necesito ahora, respeto a cada uno en sus creencias o en sus no creencias, estoy sola y a base de esfuerzos llevo mi vida larga ya adelante, procuro hacer las cosas lo mejor que pueda y cuando me refugio en Dios es para procurarme las fuerzas que a mi me faltan, esto es lo que creo y lo que practico y para mi es bastante señora”.
“Me parece Rosario que ésa es una forma de creer muy egoísta, usted sólo quiere pedir sin dar nada a cambio, es fundamental el apostolado para que los demás conozcan a Dios, creo que las personas no podemos mirar solo por nuestros intereses, ¿no le parece?”. Rosario, que ya venía cansada, cuando oyó que la llamaban egoísta, pensó sin querer pero con nostalgia y emoción en su infancia lejana y triste, en el marido perdido en la lucha de sus hijos y en el cruel olvido de Doña María, en el esfuerzo diario a pesar de su edad para trabajar en casas ajenas y en su soledad. Fue hacia la puerta y la mujer le preguntó qué le pasaba, “señora por favor déme la cuenta porque me voy, lo siento pero a estas alturas yo decido como creer en Dios y además decido dónde quiero trabajar y donde no", "¿me está diciendo que se marcha definitivamente, es que no puede o no quiere, o no entiende lo que es oir a alguien sobre la paz del señor, sobre una forma de vida nueva?, me parece Rosario que es usted muy drástica y no me gusta su actitud", "no señora a usted lo que no le gusta es que yo no tenga el más mínimo interés en oírla, usted no puede aguantar a alguien con las ideas claras y distintas a las suyas, eso es lo que a usted le pasa, fíjese si comprendo bien la situación, muy bien, ahora la santa se movía inquieta, le doy su dinero y hasta siempre Rosario, y espero que le vaya bien en la vida, que tenga suerte en todo y le aconsejo que escuche más a los demás que le hace falta aprender mucho”. Este golpe no estaba dispuesta a soportarlo, ese día y por ésa mujer no, así que con el bolso en la mano y casi cerrando la puerta para irse respondió, “Pues yo le digo que con mis sesenta años he aprendido lo suficiente como para saber que por más apostolados que transmita y más Misas diarias, por más conferencias que imparta y aunque tenga la completa seguridad de un matrimonio eterno y todos los hijos que Dios quiera, jamás podrá alcanzar la santidad, porque en mi opinión ese es un camino al que si de verdad se pudiera llegar, cosa que dudo, una persona como usted lo tendría difícil porque lo primero que no tiene es ni humildad ni piedad con una mujer que viene a su casa a ganarse el pan, que le vaya bien a usted”. Y sin esperar ni un segundo más se marchó de allí para siempre en ese miércoles mitad de la semana.
Cuando salió de la casa eran las dos de la tarde, tenía el cuerpo cortado pero había vaciado una furia ancestral que últimamente le venía estorbando como un vómito atravesado. Como siempre dudó sobre la contundencia de los hechos y esa duda le ocupó todo el trayecto hasta su piso, cuando abrió la puerta estaba agotada, esta vez las dos plantas de escaleras se le hicieron más que subida, escalada, se puso cómoda porque ya no tenía fuerzas para hacer más nada pero sí pensó en lo sucedido. Comió algo y se arrellanó en su sillón delante de la televisión dispuesta a dar por terminado el día, pensó en sus hijos y sintió sus ausencias, le gustaría tanto allanarles los caminos, calmarlos en sus ansias, abrazarlos, en ese momento más que nunca, pensó en su madre extenuada de tanto vivir, en su hermana abnegada pero feliz, en el olvido y en el marido perdido en un mar de deudas, en su amiga Carmen apaciblemente sentada esperándola siempre y en la chica agradecida con el guiso de carne y frutas escarchadas, en su egoísmo en su vehemencia en Dios y en cómo podría solucionar el trabajo de los miércoles que acababa de perder, pensó y pensó hasta que sola, como siempre, se quedó dormida.

JUEVES

Este día volvía a trabajar en la casa del olvido, todo seguía igual que el lunes anterior. La señora con sus idas y venidas, su marido empresario siempre ausente, el hijo alejado y Doña María sentada en el ventanal con la mirada vacía aún después de una existencia plena sin recordar. Caty la boliviana la vigilada calladamente y Rosario se dispuso a cumplir con su obligación esta vez con la tranquilidad de una cotidianidad sin sobresaltos ni divagaciones divinas, solo el transcurrir de la vida luminosa y bella como el piso mismo en el que estaba trabajando, incierta como el marido y el hijo, solitaria como Caty y la señora y cruel como la olvidada vida de Doña María.
A las cinco de la tarde terminó su jornada laboral y fue para su barrio. Tenía que hacer unos recados y terminó rápida, se dispuso a subir las dos plantas de escalera pero en el primer piso donde vivía su amiga Carmen paró porque tenía necesidad de calor y amistad. Ellos estaban como siempre plácidamente sentados en la salita, el marido en esta ocasión le daba de comer pacientemente a un jilguero cantor que tenían en una jaula espaciosa, Carmen veía un programa todo corazón en la televisión con cara de sereno aburrimiento, cuando vio entrar a Rosario su gesto se iluminó, las dos tenían esa tarde necesidad la una de la otra. Empezaron comentando los cotilleos televisivos con ironías y buen humor y terminaron donde tenían que terminar, una hablándole de la aventura divina que tanto la incomodába, y la otra escuchando atentamente.
Le detalló a su amiga paso por paso todo el transcurso del proselitismo, todas las ideas peregrinas y la obstinación de unas normas sin sentido común, relató como le había respondido ella a la mujer con pretensiones de santa y como todavía esa tarde tenía alguna duda sobre la contundencia de su reacción y su egoísmo. Carmen asombrada no encontraba palabras ante los hechos que estaba oyendo, tan habladora y sensata como era, esta vez se quedó en blanco analizando la situación sin reaccionar, Rosario por un momento se sintió incómoda y pensó que quizás estuviera exponiendo una cuestión excesivamente trascendental para unas personas que vivían apaciblemente sin hacerle daño a nadie y sin preguntarse casi nada porque ya tenían las respuestas que necesitaban, así que procurando quitarle importancia a su versión, dio un giro brusco usando el sentido del humor.
Dispuesta a dar por terminado el tema, quiso hacer reír a su amiga con cualquier aspaviento televisivo. El marido de Carmen que durante toda la charla pareció ausente dando de comer al jilguero cantor, se puso de pie y fue a sentarse al lado de Rosario. Este hombre rara vez hablaba, cuando la veía aparecer por su casa ponía un gesto complaciente y dejaba a las dos mujeres con sus cosas, por eso esa tarde Rosario se desconcertó cuando lo vio acercarse a ella con una luz de sabiduría que no le conocía.
Comenzó a hablar mirándola fijamente a los ojos, el tono de voz bajo y sentado en la silla con el cuerpo inclinado hacia ella, “ tranquilízate mujer, una cosa es que entres en casa de personas extrañas a hacer tu trabajo y otra que te impliques tanto, no te entregues de esa manera y hazte de un caparazón para que no te afecten las cosas excesivamente “, “es que no lo puedo remediar, es este carácter que tengo que me termina agotando”, respondió ella siguiendo el hilo de la sensatez, “ si Rosario, pero ya que conoces tu forma de ser deberías poner más de tu parte que te vendrá bien, aunque lo que acabas de contar es diferente, eso no me ha gustado. Mira, jamás dejes que nadie te avasalle con sus ideas, estés donde estés, cada persona tiene derecho a vivir y pensar como quiera mientras no le haga daño a nadie, no te atormentes y tenlo muy claro, tu no eres en absoluto una persona egoísta, eres una mujer luchadora que vive su vida y hace su trabajo lo mejor que puede, esto que no se te olvide y a lo que sí tienes derecho es a vivir tranquila, porque las creencias, a las personas siempre les son buenas si nos ayudan a vivir mejor sin estorbar a nadie, sin llegar a extremos delirantes y convertir una fe o una decisión de vida en una pesca de infieles, eso es proselitismo y falta de respeto querida, no lo olvides, no te culpes y jamás permitas que te falten el respeto cuando intenten imponerte a la fuerza formas de pensar o de actuar que tu no compartas, la primera vez que veas algo así, haz como has hecho ahora, te vas sin esperar respuesta y sin darle más vueltas al asunto.” Le dijo esto con una luz en los ojos de inteligencia y afecto que a Rosario le llegó al alma, sobre todo dicha por el. Pensándolo rápidamente y bien, se dio cuenta que jamás un hombre le había hablado con ese cariño y esa dulzura, se sintió extrañamente arropada y no pudo evitar echarse a llorar desahogando así a su conciencia y recibiendo la ternura del hombre silencioso.
Entre Carmen y su marido la consolaron y la tranquilizaron con palabras bien dichas, exactas, se habían dado cuenta de la soledad y el cansancio de Rosario, esta se recuperó enseguida de su llanto inevitable y se dispuso a marchar dando las gracias por todo, entonces el hombre preguntó sin venir a cuento qué hora era, “son las siete y media”, respondió Carmen algo extrañada, “pues una hora y un día estupendos para que los tres vayamos ahora mismo al bar de abajo a tomar algo, a ver a la gente, a que nos de el aire en la cara, así que, venga”, esto lo dijo poniéndose el abrigo y dispuesto a alegrarles la tarde a las dos mujeres, a la suya porque rara vez salían de casa y especialmente ese día la notó con la tristeza del aburrimiento y a Rosario porque creía firmemente que ya iba siendo hora que se diera un respiro.
Se acomodaron los tres en una mesita rinconera, había gente y calor de bar, personas preocupadas, despreocupadas o desocupadas que pasaban ese rato unas con otras. Pidieron unos cafés que supieron a gloria y charlaron tranquilos sin darle más vueltas a lo divino. El hombre ese día hablaba con las dos mujeres en tono sereno y cálido, Carmen estaba encantada, su cara había pasado del aburrimiento a la felicidad y miraba a su marido con brillo en los ojos, Rosario estaba bien, le gustaba formar parte de la humanidad que está disfrutando un rato fuera de casa con unos amigos, sonrió y se arrellanó en su silla. Hablaron de los precios altos y los sueldos bajos, de la comida de la casa de los gobiernos imposibles y de las cosas terrenales que suelen hablar las personas que saben lo que pasa en el suelo y en el cielo.
Sobre las nueve de la noche salieron del bar, hacía frío pero no demasiado, se agradecía el fresco de la noche en la calle, dieron un corto paseo antes de volver, las dos mujeres estaban tranquilas y satisfechas, ya en el rellano del piso de Carmen cuando se despedían, el marido le dijo a Rosario que para los miércoles sin trabajo había pensado en un sobrino suyo, ahijado también, al que tenían mucho cariño, éste chico era ingeniero y vivía a las afueras con su mujer, le comentó que lo llamaría por si le interesaba que Rosario fuera ése día unas horas a ayudarles con la casa ya que trabajaban los dos, estaban bien situados y quizás les hiciera falta, “ así que vamos a ver si podemos ayudarte a encontrar algo para éste día de la semana”, ella agradecida vio más claramente que nunca que tenía enfrente a un hombre bueno, se sintió segura pensando que un piso por debajo estaban éstas personas tan cercanas y eso la aliviaba en su soledad, Rosario, con la complicidad de la amistad, les dijo que también había pensado acercarse al día siguiente viernes, a casa de Doña María y la señora, ésta tenía buenas relaciones y posiblemente podría buscarle algo, al matrimonio le pareció una idea estupenda y se despidieron cálidamente.
Ya en su casa, tranquila, pensó que llamaría a su hija a ver cómo iba todo. Rosario casi nunca le contaba a sus hijos los sinsabores que pudiera tener, al contrario, en ésta ocasión tenía vehemencia por decirle que ésa tarde había disfrutado en compañía de unos amigos. La hija estaba como siempre atareada en sus mil cosas pero bien, ésta vez tenía en casa al marido con unos días de baja por unas fiebres de catarro, según ella puro agotamiento, pero a la vez estaban contentos porque en la cafetería de los grandes almacenes dónde trabajaba lo habían hecho fijo por contrato, así que al menos el sueldo no les faltaría. Rosario encantada con la noticia le contó su tarde feliz, la hija la oyó con atención y se alegró, “mamá, me parece muy bien que trabajas mucho, no dejes de ampararte en ellos, no me gusta que estés tan sola, si yo pudiera..”, “¿tú cómo estás hija?”,” bien, sin parar pero bien”, la madre le aconsejó como siempre lo que mejor se le venía a la cabeza y terminaron la conversación celebrando la continuidad de su yerno en el trabajo, con eso podrían tirar adelante, “y con mi ayuda también, ya lo sabes hija, el domingo nos vemos”.
Cuando se disponía a cenar sonó el teléfono, era la chica agradecida; con voz alegre y joven le pedía disculpas por lo tardío de su llamada, es que había tenido mucho trabajo pero no quería dejar pasar ni un minuto más sin decirle lo delicioso del guiso de carne con frutas escarchadas que le había hecho, que fue todo un éxito y sin ella saberlo la había ayudado más de lo que suponía, le daba mil gracias con tono afectuoso y vehemente para terminar diciéndole, “Rosario eres estupenda, el martes nos vemos porque además estoy contentísima, tengo una noticia muy buena que ya te diré", Rosario, que tenía el don de la adivinanza que dan los años le respondió con una astucia algo atrevida pero sabiendo de sobra la tierra que pisaba, "a, que bien que te hayan dado algo bueno de trabajo", silencio y risas nerviosas, "no, no Rosario, esta vez mis pensamientos no están en el trabajo", "Cuidate mucho, y enhorabuena querida" le contestó Rosario con una sonrisa de felicidad y de astucia cómplice...
Se acordó del hijo, de lo contenta que ella recibió la noticia del segundo embarazo inesperado, nunca pensó que se pudiera querer tanto a los hijos, cada uno a su manera, y la alegría de las nietas, qué lejos está mi hijo, pensó, aunque enseguida se respondió, está bien y cerca del mar. No podía explicarse porqué ésa cercanía suponía para ella un consuelo ancestral, algunas veces y de manera muy desdibujada se le venía a la cabeza la imagen de ella muy niña, de la mano de un hombre de rostro sereno y mano cálida mirando los dos a la mar en calma con olor a algas y el viento claro del suroeste.., ese recuerdo siempre la tranquilizaba.
Cenó y se dispuso para ir a la cama con su pequeña radio y dar por terminado ese día. Fue un jueves magnífico y dio gracias al cielo por todo, por tanto......

VIERNES

Las mañanas de los viernes siempre las tenía libre porque por las tardes se ocupaba de limpiar a fondo la consulta de un médico que trabajaba justo hasta ese mediodía, hasta las tres de la tarde, dando así por terminada la semana laboral tanto el médico a esa hora como Rosario de tres y media a siete, aprovechando ella éste hueco matutino para solucionar sus propias faenas domésticas. Su piso, el que compró con el dinero de la herencia de sus padres, no era muy amplio pero si completo y acogedor, la salita tenía una hermosa ventana balconada y un aparador lleno de espacios y cajoneras con el hueco de la televisión, una mesita camilla con dos sillones cómodos y unos muebles de comedor para toda la familia, los cuadros eran láminas sencillas y siempre con paisajes de mar, el cuarto de baño y la cocina eran pequeños pero bien equipados, tenía una terraza de lavado ventilada por una celosía para secar la ropa cómodamente y dos pequeños dormitorios cada uno con una cama perfectamente hecha siempre dispuesta para sus hijos, el suyo era el más amplio, un armario grande con altillos, la cama de matrimonio con cabecero de filigrana y dos mesillas de noche para ella sola.
Almorzó temprano porque tenía la intención de pasarse por casa de la señora antes de ir al consultorio para hablarle de los miércoles desocupados y ver si la podía ayudar. Como siempre cogió el metro, iba tranquila con la mente despejada y una sensación de equilibrio que la serenaba, por ser fin de semana había mucha gente en la calle, se dio prisa para que le cuadrara bien el tiempo. La portería estaba solitaria, subió en el ascensor y llamó a la puerta, una vez, dos, cuatro, no le abrían y se extrañó, bajó a ver si podía hablar con el portero que por la hora ya debía estar allí. Lo vio entrar en ese momento, le explicó su preocupación porque era muy raro que no hubiese gente en la casa, tenía que haberla porque....”Rosario, Doña María murió ayer por la tarde”. Cuando oyó esto sintió un dolor rapidísimo, como un disparo, reaccionó inmediatamente y a la velocidad de la luz pasó por su cabeza la figura de la mujer que acababa de morir pero viva en sus recuerdos; la vio sentada junto al ventanal con la mirada perdida acordándose de la luna, o con un brillo de reconocimiento en los ojos para terminar pronunciando su nombre, y el día del enfado todavía sensato cuando no quiso que su hija se mojara la ropa para ducharla. 
. “¿Cómo ha sido?” preguntó con voz dolida, “no ha sentido nada, cuando le fueron a dar la merienda creyeron que dormía y ya no se despertó”, Rosario hizo memoria, la vio por última vez el día anterior jueves antes de irse a las cinco de la tarde, Caty estaba tranquila y Doña María miraba a la calle con la cabeza algo inclinada, ella pensó que se dormiría un rato como solía hacer a ésa hora y no quiso molestarla para despedirse. Inmediatamente se dio cuenta que ése fue el final.
Salió a la calle un poco perdida, aturdida, no sabía que hacer, dio algunos pasos pero volvió a entrar enseguida en el portal, quería hablar con su señora, lo necesitaba, cogió el móvil, “ Rosario, ¿te has enterado?”, le hizo la pregunta llorando por su madre sin contenerse, “si señora”, dijo ella sin poder reprimir la emoción y sin poder articular palabra, “ se enterró a las dos, yo ahora estoy aquí en la notaría solucionando unas cosas, pero ésta noche ya duermo en casa”, “¿quiere que me quede con usted?”, entonces la hija huérfana sin saber porqué se derrumbó y no pudo remediar desahogarse con un llanto profundo, “ahora es cuando me he quedado sola de verdad”, Rosario no estaba en condiciones de mentir, no lo estaban ninguna de las dos, “pues si”, le contestó lacónicamente, la oyó que lloraba sin hablar y esperó un poco hasta que por fin más recuperada le dijo, “Mira, tu vete a tus obligaciones que yo tengo cosas que hacer y a mucha gente a la que atender, solo te pido una cosa”, “dígame”, “que por favor no me dejes sola, sigue viniendo a casa los dos días en semana, no solo por el trabajo, es que te necesito”, lloró otra vez y Rosario le contestó emocionada que no dudara que siempre estaría dispuesta a estar a su lado, “muchas gracias, el lunes temprano te veo”, “claro que sí, aquí estaré”.
De camino a su trabajo tuvo que hacer grandes esfuerzos para contener su emoción. Primero por la brusquedad de la noticia de la muerte de Doña María y después por la reacción de la señora, ella sabía que era una mujer llena de soledad, pero no pudo imaginar que fuera tanto. Procuró recomponer su mente. La desaparición de la anciana era en el fondo un acontecimiento esperado, es triste vivir sin vida, pero por más edad que tengan las personas y aunque a veces sea el final de un sufrimiento, cuando alguien muere el vacío que deja es muy doloroso, lo vio en el llanto de la hija y en el hueco junto al ventanal que acrecentaría todavía más su soledad.
Fruto de su carácter ansioso de pronto sintió miedo, no quería pensar en las desapariciones, ella no se podía permitir flaquear en una vida con proyectos inacabados y decisiones que tomar, intentó coger fuerzas de su débil voluntad y se encomendó al cielo, así que sola en el metro de vuelta a su trabajo un viernes por la tarde y rodeada de personas dispuestas a seguir viviendo, dio por terminada una pena que siempre guardaría en el corazón, adiós Doña María, adiós. Del Padre del Hijo del Espíritu Santo....
Cuando llegó al consultorio ya estaba allí la mujer del médico. Vivían en el piso de arriba de la consulta, ella colaboraba con su marido en las citas de los enfermos y los viernes solía bajar para ayudarla en su trabajo y charlar un poco. Era una mujer dicharachera y muy agradable, Rosario se disculpó por llegar un poco tarde alegando problemas de tiempo sin dar más explicaciones, precisamente ése día hubiese preferido estar sola haciendo su faena y en silencio, pero cumplió con su obligación sin ningún problema aunque algo más callada que de costumbre. Agradeció más que nunca el término de la jornada laboral y se dirigió a su casa ansiosa por llegar.
Salió a las siete de la tarde, no se encontraba bien, tenía el cuerpo desajustado y notó que sus órganos estaban confusos y lo expresaban con síntomas de protesta, hacía mucho frío porque el otoño se desvanecía y Rosario tuvo que sacar todas sus fuerzas para no hacerlo con él. Se asustó de su malestar, ya en su casa se dio una ducha caliente y tomó un vaso de leche con una pastilla de sosiego, al rato se encontraba más relajada aunque muy cansada, pero ya con claridad para pensar. Y pensó en su madre tan anciana, tendría que llamar a su hermana pero ésa noche no estaba preparada para recibir cualquier mala noticia, así que decidió que lo haría al día siguiente. Pensó como siempre en sus hijos pero ésta vez serenamente con satisfacción y pensó que estaba demasiado agotada para pensar más, así que se fue a la cama, ésa noche con las manos vacías. Tuvo sueños inciertos y agitados, otra vez su ansiedad le jugaba una mala pasada, cuando despertó en la madrugada se encontró perdida y asustada, procuró ahuyentar los miedos buscando su pequeña radio, unos chicos jóvenes reían con las ocurrencias de los oyentes insomnes que llamaban en la noche, así que volvió a la vida real, a la humanidad cotidiana y terrestre de todos los días y se durmió otra vez con ella.

SABADO

A las seis de la mañana se despertó por la inercia de la costumbre, al principio algo despistada fue a levantarse pero enseguida reaccionó acordándose del día en el que estaba, así que maltrecha todavía se acostó otra vez, le dolían los huesos porque la avisaban del frío que llegaba y se arropó en la cama para seguir con un descanso que necesitaba. A las diez se encontraba mejor, tomó el desayuno con una pastilla contra el dolor de cuerpo y otra para el sosiego, se arregló y como todos los sábados fue a hacer una compra de fin de semana para ella y para llevarle algunas cosas a su hija.
Efectivamente habían bajado las temperaturas como ya le avisaron los dolores, abrigada y tirando del carrito que le hacía más llevadera la carga enfiló la calle hacia el supermercado. Tardó en salir porque había mucha gente y porque era minuciosa pensando en lo que a cada una le hacía falta, compró mucho para sus nietas, de vuelta a casa iba pensando en ellas, tenía ganas de verlas ya, eran unas niñas preciosas que se volvían locas de alegría cuando llegaba los domingos, a Rosario le gustaba oírlas, “ abuela, lela”, decían las pequeñas corriendo hacia ella, entonces se le aceleraba el corazón y de pronto se sentía tremendamente afortunada, en su vida había tenido dificultades, pero con sus hijos y sus nietas todo se compensaba.
Antes de enfrentarse a la escalera paró un rato para recobrar aliento, sabía que la subida sería lenta porque ella rodaba el carrito escalón tras escalón y en los rellanos hacía una pausa necesaria. En el primer piso salió el marido de Carmen para ayudarla, él fue en realidad el que le subió toda la compra, Rosario le dio las gracias porque ése día verdaderamente lo necesitaba, fue entonces cuando el hombre le explicó que había hablado con su sobrino para ver si podía darle trabajo los miércoles, pero ya tenían una persona en su casa, aunque le había dicho que hablaría con un compañero de trabajo que la mujer acababa de tener un niño y sabía a ciencia cierta que estaban buscando a alguien, “así que en cuanto sepa algo más te aviso Rosario”.
 Una vez en su casa, separó los artículos que acababa de comprar, los que eran para su uso y los que le llevaría a la hija, ordenó convenientemente todo y se preparó su comida. El caldo le sentó bien y la tortilla de verduras le supo a gloria, terminó sus faenas y como todas las tardes de los sábados se sentó cómodamente delante de la televisión. A ella le gustaba, entre semana casi no podía verla, pero le gustaba la tele. Volvía a escuchar las noticias que en la noche había oído en la radio, las películas y peliculones la entretenía, también los concursos millonarios, el de ésa tarde fue increíble para Rosario, un concursante se jugaba muchísimo dinero, más del que ella podía llegar a contar, tenía que acertar palabras, solo falló en una que empezaba por la A, la definición se refería al nombre de un pájaro y el muchacho torpemente dijo “ave”, así que su premio millonario voló con el mismo vuelo de la respuesta correcta, alondra.
Entre películas y concursos se quedó dormida, estaba descansando, ya por la noche se entretuvo con un debate de política. Los tertulianos más que hablar chillaban, los de un bando querían convencer al opuesto que con sus ideas y estrategias podrían llevar mejor la situación porque el secreto del éxito lo tenían ellos, Rosario pensó que muy bien guardado porque explicaciones claras y contundentes no exponían y nunca llegaban a poner el dedo en la llaga, los adversarios respondían que ellos estaban haciendo las cosas perfectamente y que sus métodos eran los correctos, ella opinaba que algunos podían estar bien pero que otros eran absolutamente delirantes y tenía la impresión que daban palos de ciego, así que como jamás se pondrían de acuerdo en lo fundamental ni llegarían a un pacto de alto el fuego, cambió de canal. Puso un programa todo corazón dónde un torero desmentía ante un grupo de periodistas agresivos y detractores de la fiesta, los rumores ciertos de infidelidades para terminar diciendo casi en llanto que a él lo único que le interesaba era el arte del toreo, defendiéndolo a capa y espada porque había nacido para eso y porque tal y como estaban los tiempos, “más cornás da el hambre”. Era guapo a rabiar con un señorío y un porte que por sí mismo delataban que era un gran artista, los enemigos de su profesión le debatían con argumentos razonables las crueldades de una fiesta insensata, pero bellísima pensó Rosario, una lucha cara a cara con tres armas de defensa antigua y sangrienta, aunque a ella le sorprendía que la petición de protección por parte de los detractores argumentando inhumanidad solo iba dirigida al toro, un animal extraordinario y noble, pero nadie nombraba a las personas que equivocada y libremente, por una necesidad de dinero y fama exponen su vida, Rosario pensaba que si declaraban la suspensión de la fiesta solo por el maltrato al toro el argumento estaba incompleto, el diestro voluntariamente corre serio peligro de muerte en la plaza, porque aunque sea un acto razonado también lo es irresponsable, pero por lo visto de eso nadie se acordaba, si hubiera que prohibirla lo más sensato sería por las dos únicas razones que existen, el riesgo tremendo y real que una persona pierda la vida y la crueldad mortal hacia un animal. 
Desde que tenía uso de razón oía hablar a su madre de toros de lidia, caballos de raza y toreros valientes que se quedaron en la plaza, ella misma vio hacía años en vivo y en directo la cogida mortal de un hombre joven y guapo como el que tenía delante en la televisión, fue terrible, pero a pesar de ésta barbaridad y de los argumentos sensatos, las pocas veces que retransmitían una corrida en la televisión y tenía tiempo no podía dejar de verla, una vez tuvo la suerte de disfrutar del arte de un torero nacido en su tierra, estaba con la muleta quieto en el centro de la plaza, balanceaba el cuerpo levemente a modo de cita, el toro se le arrancó bravío desde el burladero, jugó con él un rato a los acordes del pasodoble, parecía que bailaba y terminó la faena de una única estocada certera y fulminante, todo esto sin moverse de su sitio, el silencio era impresionante pero la gente se arrancaba al unísono sin ponerse de acuerdo y en el momento preciso. Le gustaban los toreros honrados arrojados y con arte, la belleza de los animales el colorido la música y toda la parafernalia de ésa liturgia irracional que sin saber porqué llevaba metida en sus centros. 
Cambió otra vez de canal, los tertulianos de la política seguían en la batalla sin que nadie pidiera una tregua ni llegar a conclusión alguna. Apagó la televisión y antes de cenar se dispuso a llamar para preguntar por su madre. Todo tranquilo, su hermana acababa de llegar de la calle de dar una vuelta de sábado con su marido, todo íba bien, que desde que ella estuvo en verano en el pueblo, la madre las nombraba continuamente a las dos, que a veces se entristecía sin motivo ni razón y que casi siempre hablaba de su infancia taannnn lejana...
Cuando se fue a acostar sintió otra vez la punzada de la ansiedad, de pronto se venía abajo por cualquier pequeño detalle, una insignificancia que a ella le hacía tambalearse. Esta vez pensó en su madre nombrando sus últimos recuerdos y en su hermana querida, en el pueblo disfrutando una noche de salida con su marido, la soledad el cansancio y los esfuerzos diarios a Rosario en ocasiones le jugaban malas pasadas, sintió irracionalmente miedo por todo, angustia por ella y pesadumbre en general, fue consciente de lo que le tenía y procuró calmarse, así que se levantó para ir a la cocina a hacerse una infusión de tranquilidad, se la tomó a sorbos lentos y haciendo el esfuerzo de siempre, tuvo la valentía de coger su pequeña radio con la predisposición de dormir tranquila, aunque estuviera temblando....le costó trabajo, pero lo consiguió.

DOMINGO

Después de arreglarse estuvo preparando las cosas que llevaría a casa de su hija pero antes llamó al hijo. Estaba bien, había logrado un trabajo de fin de semana y que seguía con su curso de informática dónde decía que se había hecho de amigos con los que estudiaba y se acompañaban, la madre le dijo que el lunes le mandaría algo de dinero para que pudiera tirar adelante, el no se lo negó porque no quería depender de su novia, así que le dio las gracias mucho más animado, Rosario se quedó más tranquila sintiendo que su hijo estaba feliz y buscándose la vida con acierto.
Pasó un buen domingo, su hija la recibió con mucho cariño y como siempre las nietas corriendo hacia su abuela. Almorzaron todos juntos, su yerno ya estaba mejor y se incorporaba a trabajar al día siguiente, después de comer el hombre se acostó un rato y se quedaron madre e hija al cuidado de las niñas. Rosario le contó a su hija bastante suavizado, que había dejado el trabajo de los miércoles porque la mujer era exigente y la ponía nerviosa, su hija que la conocía, comprendió que algo le había ocurrido pero no indagó más porque no quería ni sufrir ella ni que su madre tuviera que revivir algún acontecimiento doloroso, solo le dijo que lo que ella decidiera estaba bien decidido, incluso se alegraba que tuviera en la semana un día más para descansar, que ya estaba bien la cosa.
La madre no le quiso contar que andaba buscando casa para ése día, cuando llegara el momento ya lo hablarían. Y el momento llegó antes de lo esperado. Estaban tomando el café de la tarde, su yerno se entretenía con un ordenador que había instalado en su dormitorio y se le iban las horas en ése mundo virtual que lo hacía instruirse y evadirse de tanta realidad como era la de tener una familia que mantener una hipoteca y trabajar muchas horas de camarero, las niñas estaban tranquilas viendo un programa infantil en la televisión y fue entonces cuando a Rosario la avisó el móvil. Era su vecino el marido de Carmen, le decía que al compañero de su sobrino le parecía muy bien que los miércoles fuera a su casa a trabajar una mujer con tan buenas referencias, así que le dio el número de teléfono del contratante para que ella lo llamara y poder llegar a un acuerdo. Fue entonces cuando Rosario no tuvo más remedio que contarle a su hija con detalle lo que le pasó con la apología de la santidad. Sin dudar ni un momento ésta le dijo,  “llama mamá a ver que te dice y si no te importa pones el sonido alto que me gustaría ver contigo a quién te vas a enfrentar, ya no quiero que te mates a trabajar ni que te humillen, que ya está bien..”, “no me humillan hija, es solo que me canso”, “por eso mamá, por favor llama y que yo me entere”, la madre hizo lo que su hija le decía.
Al otro lado de la línea la saludó una mujer con voz templada y agradable, era la dueña de la casa, le dijo que hacía quince días había tenido un niño y estaba un poco desbordada con la criatura tan pequeña, que le vendría muy bien un día en la semana que alguien le hiciera una limpieza general y así quedarse ella con más tiempo para atender a su hijo, vivían en un chalet a las afueras, era grande y necesitaba ayuda por lo que le pedía para los miércoles un horario de nueve de la mañana a seis de la tarde, con desayuno y almuerzo incluidos y cada hora muy bien pagada. La hija le hizo un gesto a su madre bastante elocuente (madre e hija tenían unos códigos con los que se entendían a la perfección), así que Rosario reaccionó rápida y le dijo a su interlocutora que lo iba a pensar y que ya la llamaría. “Mamá trabajas todos los días de la semana muy duro y por lo que he oído ésta casa está muy bien, tienen buenas referencias tuyas y tu las tienes de ellos, pero son muchas horas para ti..”, estuvieron dándole vueltas al asunto, aunque la madre sabía por la expresión de la cara de su hija que ya había tomado una decisión. Le propuso la novedad beneficiosa para las dos, que ella joven y fuerte fuera a ésa casa a limpiar y Rosario a cambio se quedaba con las niñas ése día y que repartirían la paga a la mitad.
No pudo remediar alegrarse al oír a su hija, le pesaban ya tantas casas distintas tantas vidas y rostros nuevos, se encontraba un poco agotada y lo tuvo que reconocer, solo le puso una condición tajante e inamovible, el dinero de ésa jornada de trabajo sería íntegro para la casa de su hija, le vendría muy bien esa ayuda para las niñas; como no fuera así no habría trato. Rosario la convenció diciéndole que estaba encantada, le serviría de descanso y alegría estar con sus nietas y ayudar así en la casa, madre e hija sellaron el trato con un abrazo y llamaron a la nueva casa de los miércoles para entre las dos proponerle a la mujer el cambio, ésta que parecía sensata y comprensiva enseguida se dio cuenta de la situación, no tuvo el menor inconveniente, es más le dio la razón a la hija de lo duro del trabajo para Rosario, así que la esperaba a ella la semana entrante.

Volvía a su casa con una nueva ilusión en su vida, una novedad que la hacía sentirse más feliz. Tenía completa la semana, los lunes con la señora aún más sola sin Doña María, el martes con la chica agradecida y feliz, en la mitad de la semana iría a casa de su hija a cuidar de sus nietas a las que tanto echaba de menos, los jueves con su señora de nuevo y el viernes descanso por la mañana y en la tarde el consultorio. Todavía se sentía fuerte pero el pequeño cambio la alivió. No tenía ganas de conocer a gente nueva de entrar en sus vidas y sentirlas, le costaba trabajo la suya y sus sentimientos la inundaban, no tenía necesidad de más.
Cuando se disponía a cenar miró por la ventana, eran las diez de la noche y la calle estaba casi vacía, los pocos coches que pasaban y las pocas personas que iban y venían lo hacían con la prisa propia de la tristeza y la desolación de un domingo por la noche, pero ella se sentía satisfecha y feliz. Tenía mucho en la vida y daba gracias por tanto, solo tenía que reflexionar un poco para darse cuenta de lo tremendamente afortunada que era y lo valoraba. La semana había sido intensa pero ya acababa, Rosario pensó que ésa misma rutina de los principios y los finales, ese mismo orden cotidiano y exacto del universo es lo que no hay más remedio que tomar tal y como viene, las estaciones del año, los meses las semanas y sus siete días. Son como siete olas que rompen con la fuerza de las mareas, unas más bravas otras más calmas, pero a todas hay que enfrentarse y procurar vencerlas, con los pies bien aferrados a la arena mojada, enterrados en ella si es necesario para que no nos terminen derribando, con el olor a algas y el viento claro del mar del suroeste.. Del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.. 

A todas nosotras, las mujeres....y a los hombres que consiguen comprendernos…